martes, 17 de febrero de 2009

Post incendiario

Odio Casa Veerkamp.

Hoy hice una visita a su "matriz" para ser blanco de sus abusos por 25,000 vez en la vida.

Desde que era un vástago incauto aferrado al estuche de mi violín con una mano y a las faldas de mi madre con la otra he tenido que enfrentarme a la incompetencia y cretinismo del 90% de sus empleados.

En alguna ocasión mis padres, cansados de pagar la renta de un instrumento a la Academia donde estudiaba, decidieron que sería mejor comprarme un violín propio. Después de visitar las casas de los 3 lauderos que hacían violines en México y palidecer ante los estratosféricos precios que un violín 2/4 (con una vida útil de alrededor de 3 años, para el ejecutante en vías de crecimiento) hecho a mano podía llegar a tener y muy a pesar del elitismo inherente de ejecutantes y maestros de música clásica con respecto a los orígenes, elaboración, materiales y longevidad que una de esas bellas piezas de madera debía reunir para calificar como "un instrumento decente", decidieron probar suerte con alguna de los ejemplares de fábrica (o sea, chafitas) que vendían/venden todavía ahí.

No malinterpretar: el "elitismo" con respecto a un instrumento musical que referí, es un fenómeno en gran medida justificado, la superioridad sonora de cualquier instrumento elaborado a mano es franca e indiscutiblemente superior a un modelo elaborado en fábrica en cuanto a técnica empleada, materiales y precisión en el acabado (que no sólo ofrecen cualidades físicas que hacen babear al anticuario sino que afectan directamente la calidad del producto final, la música), cuando menos.

En segundo lugar, es justo mencionar que mis padres no estarían del todo equivocados al comprar un violín que fuera un poco ... bastante menos costoso e hiciera el truco de preparme para tocar a esas "grandes cumbres musicales de la sociedad occidental" en un momento de mi vida en el que un ejercicio de cuatro notas era todo un reto.

Con todo y su chafez, mediocridad y de llevar el estigma de ser un producto indigno destinado a la masa, me generaba mucha ilusión la idea de un violín que fuera mío en lugar de tener uno prestado.

Así que ahí vamos a la Veerkamp, y una vez ahí:

- Padre: Disculpe, ¿podría mostrarme un violín 2/4?

- Tonto del culo con camisa y prendedor "Veerkamp" con su nombre escrito en él (después de preguntarle a media tienda ¿que es eso de 2/4? lo baja del estante mas alto detrás del mostrador y presenta como producto de infomercial): Aquí está señor ... tiene un precio de "n" pesos. ¿ Se lo lleva puesto o le interesa comprar el estuche separado con valor de "x" pesos?

- Tata K. : No, no es para mi, es para mi hijo ... (con la mirada encendida y el gesto orgulloso) toca algo, hijo mío.

Tonto del culo y K. hacen gesto de vergüenza, escepticismo y reproche. Finalmente, Tonto: No sé si sea posible señor.

Depués de 20 minutos de arguír que no compraría un instrumento que no ha escuchado siquiera (argucia lúcida y bien justificada de mi neófito padre) accedieron, el tonto empleado que nos atendía, en compañía de un por demás inútil y vergonzante consejo de otros tontos que también trabajaban ahí y que él mismo convocó a debate solemne, a dejarme tocar el instrumento (¡en una tienda de instrumentos musicales, antes de comprarlo ... que idea heterodoxa y rara era esa!)

Y ahí me pongo a tocar mis cuatro notas. Pero algo sonaba raro y feo incluso a mis todavía inexpertos oídos y los de mi padre y los de cualquiera:

- Padre indignado: pero que horrible suena ése violín.

- "Es que está desafinado". Contesto ávido, avergonzado de mi patética interpretación, volteo a ver al tonto, suplicante ...

-"¿Usted sabe afinar el violín?"

- Tonto del culo (con gesto de quien es forzado a oler excremento): No.

- "Pues afínalo hijo", exclama exasperado mi padre.

- "Es que no sé, mi maestra siempre lo afina en clase y sólo me han ensañado a hacerlo con afinadores ... y éste no tiene"

- Tonto del carajo: ¡Ah! esos cuestan ... "Z" pesos.

- "Afínalo y toca algo bien, sino no lo compramos", sentenció mi padre.

Sigo la orden asustado por irme a casa sin violín y humillado en mi honor de ejecutante del mas grande arte ... y empiezo a girar las clavijas con mis manos sudorosas de miedo y vergüenza "como dios me daba a entender"... fué la primera vez que conocí el sonido de una cuerda romperse.

Rojos de vergüenza y coraje regresamos a casa sin dirigirnos palabra su narrador y mi padre, quien seguro tuvo que pagar los daños hechos al instrumento y tendría que arreglárselas con los hechos a mi autoestima en los años que sigueron.

Pero ahí no acaba la indignación. Además de contar con el personal mas mamón, neófito , desubicado y soberbio del país (que se tornó el doble de mamón, desubicado y soberbio cuando una década después probé suerte para comprar mi primera guitarra en su misma pinche tienda, sólo que entonces en vez de un niño inexperto tenía la hechura de un "greñudo y tosco valedor") se congratulan -competidos por la Sala Chopin- en tener los precios mas elevados que cualquier otra empresa monopólica en México.

Hoy fuí a comprarle una cuerda rota al violín que después de años ya poseo y que aunque hecho a mano es chafa, pero mío. Y siempre supe que eran costosas, lo adivinaba en las caras de mis padres cada vez que mis profes decían que "había que cambiarlas". Me atiendieron un par de señoras bonachonas que nada tiene que ver con los tontos de siempre que ponen jeta de hartazgo cuando sugieres que bajen en instrumento para verlo mas de cerca y, posiblemente, si no es mucho pedir e interrumpir sus largas jornadas de ver al vacío desde su mostrador, tocarlo.

Ahora, sin embargo el golpe bajo fué en el precio: 280 pesos por una sola cuerda.

Pongo cara de "what?", medito la situación, me veo reducido a pagar y tener cuerda para la semana o esperar un largo viaje al centro para reducir unos 50 pesos el precio cuando mucho; saco el efectivo y pago. Regreso a mi casa y -en ánimo harto masoquista- busco en internet: el precio de la misma cuerda en otras latitudes no pasa de los 5 dólares.

... Hijos de su putísima madre.

Mi experiencia en otras tiendas de música no es muy vasta, se reduce a recorrer una y otra vez la calle de Bolívar y unas cuantas tiendas en el gabacho. En el centro de la ciudad hay de todo en cuanto a empleados se refiere, pero en general su disposición es notoriamente mas accesible y el conocimiento que tienen con respecto a los productos que venden es por lo general mucho mayor.

En las tiendas de música del gabacho , por raro y mas de malinche que suene, uno no puede ser mas felíz. El acceso a los instrumentos es inmediato y sin personas que vayan a dirigirte la palabra siquiera, a no ser que pidas su ayuda o asesoría , en cuyo caso saben mucho y bien acerca de por lo menos, los instrumentos del departamento que le es asignado.

La cordialidad imperante en tienda y la atención brindada por gente relacionada de una forma u otra a la música no es gratuita, y es señal de que conocen bien su negocio: en lugar de espantar como moscas a cualquiera que parezca no tener fondos suficientes para comprar un piano de cola que quedaría divino en el Hall de su casa, dejan que cualquier hijo del infortunio toque sus mas finos instrumentos, sin cargo de conciencia o tarjeta alguno para que, una vez probadas las mieles del sonido mas depurado e invitante, despilfarres la herencia de la abuela y tu salario miserable en ésa guitarra vintage y el Fender Hot Rod que te cambiaron la vida y están "hechos para ti".

Afortundamente existe el e-shopping. No puedo esperar para sacar una cuenta pay pal y hacerme cliente asiduo de Sam Ash, Guitar Center y anexas; y contribuír a que un monopolio mas, por asqueroso, malandrín y cretino, desaparezca.