sábado, 21 de marzo de 2009

Hablar con la neta

"El mexicano y la mexicanidad se definen como ruptura y negación. Y asimismo, como búsqueda, como voluntad por trascender ese estado de exilio. En suma, como viva conciencia de la soledad, histórica y personal" escribió como corolario a su ensayo Los hijos de la Malinche, incluído en "El Laberinto de la Soledad", el inveterado y canónico Octavio Paz en lo que se ha convertido un referente irrenunciable a todo intento por desarrollar una "sociología del (de lo) mexicano".

En dicho texto, Paz parte de la premisa de que al mexicano, como tal, lo constituye una contradicción histórica (relación dialéctica) fundamental que define gran parte de su vida y califica sus relaciones con el prójimo: La negación de sus propios orígenes.

Ésta relación fundamental entre el mexicano y el mundo puede ser ubicada sin duda en su historia misma, desde el período de la conquista; pero no es sino en el lenguaje y más precisamente en el habla corriente donde se perciben sus alcances meta-históricos (para el autor se trata de una condición que trasciende la historia misma) y de donde parte para con mas vehemencia defender su argumento.

Si existen palabras a cuya pronunciación confiamos el secreto de nuestras más sutiles o monstruosas emociones ésas son las "malas palabras". Palabras secretas y de contenido ambiguo que reflejan nuestra intimidad; lenguaje sagrado poseedor de una vida doble que a un mismo tiempo nos revela y oculta. La poesía al alcance de todos, sugiere don Octavio.

Luego pretende encontrar en la chingada, voz tanto iracunda como de amplio uso, a la madre mítica del pueblo de México, representación gramatical y existencial de la pasividad con que se sufre una vejación violenta (la conquista) y cuyo símbolo de entrega es doña Marina, la amante del conquistador.
En el rencor hacia la madre que abandona a sus hijos para ir en busca del padre, Paz pretende encontrar ésa relación fundamental que nos liga al mundo y propone que para el mexicano la vida no es nada mas y nada menos que la posibilidad de chingar o ser chingado. Lo chingado es lo pasivo, lo inerte y lo abierto, por oposición a lo que chinga que es activo, agresivo y cerrado.

De tal argumentación pueden inferirse no sólo ciertos "modelos psicológicos" y "rasgos de carácter" (el macho, la madre abnegada) sino también algunas conclusiones poco menos que aventuradas en mi opinión, a saber:

1) La moral del mexicano es, ultimadamente , la moral de un siervo que además de luchar contra un poder preciso y concreto (el amo, el extranjero) lucha también contra entidades imaginarias, maldiciones del pasado y fantasmas engendrados por él y en él mismo.
2) Por consecuencia, se tienen al miedo, el silencio y el recelo como las más recurridas formas de relación con el otro y la soledad como única posibilidad de manifestación de su "ser auténtico".
3) La definición del mexicano otorgada por Paz que sugiere que un mexicano es aquel que no quiere o no se atreve a ser él mismo.

Partiendo de la misma idea de ruptura como "génesis del mito mexicano" y utilizando el mismo modelo de análisis semántico propuesto por Paz intentaré elaborar si bien no una contra-argumentación, si un contrapeso con respecto a las conclusiones obtenidas, que me parece cuando menos necesario para afrontar con seriedad (que no solemnidad, ésa no es una de las características de éste blog) una análisis sociológico pertinente de "la mexicanidad".

Si bien, entre otros vocablos de popular procedencia, la chingada puede establecerse como un símbolo de la relación que se establece poéticamente entre el mexicano y el mundo en su angustia existencial ¿Que hay de sus relaciones epistémicas?¿no debería existir algún término que establezca la relación que existe entre una realidad confusa y contradictoria y la voluntad de conocerla en lugar de negarla? En efecto amigos la hay, ésa palabra es: la neta.

Y menciono el término neta no únicamente por situarme en el mismo plano de análisis del lenguaje del mexicano "común y silvestre" de Paz, sino porque creo firmemente que decir-la-verdad y decir-la-neta son cosas mucho muy dsitintas.

Mientras que en el caso de la verdad no se cuenta con una definición universal y existe la necesidad de elaborar teorías que deben ser debatidas, además de enfrentarse a dilemas acerca de qué es lo que constituye la verdad y el cómo definirla e identificarla que implican cuestionamientos acerca de si la verdad puede alcanzarse tan sólo mediante la razón, o si tiene una naturaleza subjetiva u objetiva, relativa o absoluta; en el caso de la neta nos encontramos frente a un discurso unívoco, inequívoco y transparente. Como puede constatarse en el siguiente ejemplo:

- Genoveva ... ¿me amas?

Genoveva: Pues mira querido, habría que empezar por definir el amor. En lo personal creo que es una idea del diechochesco cuyos modelos de perpetuación social son el amor cortés y la familia nuclear burguesa - o sea, super de hueva - y la neta está sobrevaloradísimo. Creo que las personas deberían estar juntas sin necesidad de títulos ni etiquetas y ...

- No Genoveva ... ya, la neta ... ¿me amas?

Genoveva: ... no, pss la neta no.

Voilá! una forma de interrelación muy mexicana entre dos sujetos que poco o nada tiene que ver con los grises, inseguros y desgarrados hijos de nadie de Octavio Paz.

Si bien es cierto que podría considerarse seriamente la posibilidad de una ruptura histórico-psicológica fundamental en el centro mismo del "ser del mexicano" creo que es muy posible no adherirse a la visión catastrófica del ser que niega categóricamente ése origen y se encona en una lucha en que odia al amo y subyuga al resto de sus compatriotas esclavos, sino que eventualmente, desde ésa misma contradicción fundamental es capaz de abogar por la opinión sincera y abierta del prójimo con quien comparte la misma condición.

Y puedo ir aún mas lejos. Creo que ése mismo proceder nos acercaría a plantear la existencia de un todavía embrionario y muy raquítico, "ser filosófico mexicano" (en contraposición al poético ente del Laberinto de la Soledad).

¡No os burléis hasta habedme escuchado!

A mi parecer, dicha forma de relación-argumentación guarda un parecido fantástico con uno de los rasgos fundamentales de los filósofía cínica: la parresia o franqueza y libertad en el hablar.

Michel Foucault (reconocido internacionalmente por obras como Las palabras y las cosas y entre mi círculo de conocidos por romperme las pelotas) se dió en 1983 - año de mi nacimiento - a la tarea de rastrear y estudiar en la literatura y filosofía clásicas la función de parresía, a la que consideraba “una relación específica con la verdad a través de la franqueza” y sobre la cual escribió:

"Aquel que usa la parresía, el parresiastés, es alguien que dice todo cuanto tiene en mente: no oculta nada sino que abre su corazón y su alma por completo a otras personas a través de su discurso. En la parresía se presupone que el hablante proporciona un relato completo y exacto de lo que tiene en su mente, de manera que quienes escuchen sean capaces de comprender exactamente lo que piensa el hablante ..."

"... La palabra parresía hace referencia, por tanto, a una forma de relación entre el hablante y lo que se dice, pues, en la parresía, el hablante hace manifiestamente claro y obvio que lo que dice es su propia opinión. Y hace esto evitando cualquier clase de forma retórica que pudiera velar lo que piensa."

"Se dice que alguien utiliza la parresía y merece consideración como parresiastés sólo si hay un riesgo o un peligro para él en decir la verdad."


Justamente el mismo proceso por el que uno pasa al pedírsele que diga la neta: la importancia de los argumentos no está fundada en el "yo afirmo" sino en el "yo creo que ..." . Se trata, en efecto, de una relación específica con la verdad fundada en la franqueza. Es además una forma de diálogo que evita las trampas retóricas y que comporta un riesgo para quien la dice: el caso de Genoveva es ilustrativo, no sólamente es rechazada su posición teórica inicial, sino que corre el riesgo de herir los sentimientos de su amante.

Así pues, creo que aquellas personas que en el área de humanidades se preguntan si es posible hacer filosofía en México en lugar de importarla de otros países (particularmente los que hacen filosofía del lenguaje, lingüística y semiótica) deberían darle una lectura desde los cínicos y los estóicos al habla corriente de la bola de nacos e incultos de por acá, en lugar de seguir al pie a las eminencias del plan de estudios pues, en lo que a mi concierne, son necedades germanófilas pomposas y elitistas, la neta.