jueves, 9 de octubre de 2008

Ficciones

A últimas fechas no he prodigado los ojos en mas literatura que unos cuantos cuentos cortos, las duras e inexpugnables obras de tesis se han apoderado de los pocos instantes que dispongo para la lectura informal, mis dos autores predilectos para esa sana actividad son dos viejos conocidos de todo aquel que haya cursado la primaria y escuchado mancillar el legado literario de toda la América Latina al ex-presidente Vicente Fox: Jorge Luis Borges y Gustavo Adolfo Bécquer.

Con todo el respeto que tengo por el maestro Borges he de cometantaros que una de las facetas por las que es mas conocido y respetado, el de sus ficciones, en lo personal no me provoca mayor encanto. No me malentiendan, son relatos mucho mas refinados de los que yo pudiera concebir si viviera unos 200 años, mi punto es que en sus relatos el maestro logra solo hacer que su lector considere posible lo improbable. Algo tan improbable como digamos, la existencia de Dios, se antoja bastante posible al leer:

Argumentum ornithologicum

Cierro los ojos y veo una bandada de pájaros. La visión dura un segundo o acaso menos; no sé cuántos pájaros vi. ¿Era definido o indefinido su número? El problema involucra el de la existencia de Dios. Si Dios existe, el número es definido, porque Dios sabe cuántos pájaros vi. Si Dios no existe, el número es indefinido, porque nadie pudo llevar la cuenta. En tal caso, vi menos de diez pájaros (digamos) y más de uno, pero no vi nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres o dos. Vi un número entre diez y uno, que no es nueve, ocho, siete, seis, cinco, etcétera. Ese número entero es inconcebible; ergo, Dios existe.


Una linda ficción que al mas rústico gañán o irredento ateo de nuestros contemporáneos hace dibujar una sonrisa en el rostro, sin duda. Y nada despreciables otras narraciones de tigres, laberintos, héroes y míticos profetas; pero creo que la verdadera crema del género es aquella en que desde recién comenzada la lectura y hasta su desenlace ofrece instantes de sorpresa, risas joviales o nerviosas y cinismo incrédulo tal y como ofrece:

Memorias de un Pavo (Fragmento)

No hace mucho que invitado a comer en casa de un amigo, después que sirvieron otros platos confortables, hizo su entrada triunfal el clásico pavo, de rigor durante las Pascuas en toda mesa que se respete un poco y que tenga en algo las antiguas tradiciones y las costumbres de nuestro país.

Ninguno de los presentes al convite, incluso el anfitrión, éramos muy fuertes en el arte de trinchar ... pero como, sea por respeto al rigorismo de la ceremonia, que en estas solemnidades y para dar a conocer, sin que quede género de duda, que el pavo es pavo, parece exigir que éste salga a la liza en una pieza; sea por involuntario olvido o por otra causa que no es del caso averiguar, el animalito en cuestión estaba allí íntegro y pidiendo a voces un cuchillo que lo destrozase ... empuñé el trinchante en una mano, blandí el acero con la otra, y salga lo que saliere, le tiré un golpe furibundo.

El cuchillo penetró hasta las más recónditas regiones del ya implume bípedo; mas juzguen mis lectores cuál no sería mi sorpresa al notar que la hoja tropezaba en aquellas interioridades con un cuerpo extraño.

-¿Qué diantre tiene este animal en el cuerpo? exclamé con un gesto de asombro e interrogando con la vista al dueño de la casa.
-¿Que ha de tener?- me contestó mi amigo, con la mayor naturalidad del mundo-. Que está relleno.
-¿Relleno de qué?- proseguí yo, pugnando por descubrir la causa de mi estupefacción-. Por lo visto debe ser de papeles, pues a juzgar por lo que se toca con el cuchillo, este animal trae un protocolo en el buche.

Los circunstantes rieron a mandíbula batiente mi observación.
Sintiéndome picado de la incredulidad de mis amigos, me apresuré a abrir el canal del pavo, y cuando lo hube conseguido, no sin grandes esfuerzos, dije en son de triunfo, como el Salvador de Santo Tomás:
-Ved y creed.

Había llegado el caso de que los demás participasen de mi asombro. Separados a uno y otro lado las dos porciones carnosas de la pechuga del ave y rota la armazón de huesos y cartílagos que la sostenían, todos pudimos ver un rollo de papeles ocupando el lugar donde antes se encontraron las entrañas y donde entonces teníamos, hasta cierto punto, derecho a esperar que se encontrase un relleno un poco mas gustoso y digerible.
El dueño de la casa frunció el entrecejo. La broma, caso de serlo, no podía venir sino de parte de la cocinera, y para broma de abajo a arriba, preciso era confesar que pasaba de castaño obscuro.

El resto de los circunstantes exclamaron a coro, pasado el primer momento de estupefacción, que lo fue asimismo de silencio profundo:
-Veamos, veamos que dicen esos papeles.
Los papeles en efecto estaban escritos.

Yo, aún a riesgo de mancharme los dedos, pues estaban bastante grasientos, los extraje del sitio en que se encontraban, y aproximándome a la luz de una bujía pude descifrar este manuscrito, que hasta hoy he conservado inédito:

Impresiones, notas sueltas
y pensamientos filosóficos de un pavo
destinado a utilizarse
en la redacción de sus Memorias

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En las páginas siguientes se sigue la perorata del pavo, desde el día de su nacimiento hasta el de su terrible ejecución la noche de la víspera, aderezada de referencias al Quijote, desprecio de las costumbres madrileñas y frases en latín.

Lo que me parece mas digno de mención de este relato es que, en contraste con el de Borges, Bécquer hace que su lector crea probable lo imposible, y eso es auténtica maestría.

1 comentario:

Cobayo dijo...

Yo he andado releyendo libros que había leído hace tiempo. Los hallazgos me han dejado buen sabor de boca y creo continuar con esa práctica por un buen tiempo más.